Hoy deseo contarles la verdad, la
historia detrás de la sonrisa de
@psicocina. Sonrío, sí, lo hago y lo hago
con placer, lo hago desde mis entrañas, pero
también es cierto que he trabajado, he llorado un montón para llegar a sonreír así. Hace un par de semanas, esta psicóloga que está aquí inició sus pasantías como cocinera en Mokambo Caffé, Caracas. Hoy es el primer día en el que despierto y siento que he descansado; los días anteriores, sin importar si era sábado o domingo, sentía que había
llevado palo parejo. Lo sentía al despertar, en
el transcurrir de la mañana, pero
curiosamente a las 8 u 11 pm, era el ser más
feliz del mundo. Lo duro del camino del
emprendedor, del cocinero, del vivir, aquello
que en momentos nos lleva a aventurarnos,
atrevernos, esforzarnos e ir más allá, como se
hace en la cocina, es de lo que vamos a
hablar hoy.
Hace un par de años atrás era feliz, me sentía
dichosa de poner mi sensibilidad al servicio
del otro, era psicóloga y sentía que tenía
suerte de aquella sensibilidad con la que
había nacido, o quizá cultivado, que me
permitía al mismo tiempo ganarme la vida. Me
hacía feliz que mi sensibilidad hallaba un
lugar, una función y un quehacer. Cierto era
entonces, y lo es hoy, que quien llega a mi
consulta llega con una preocupación, un
padecer y es por el padecer para el cual está
en servicio mi sensibilidad.
Un día, intempestivamente y sin advertirlo,
descubrí a un ser que despertaba mi
sensibilidad, la acariciaba, la ponía a vibrar, le
daba sentido y razón de ser, pero esta vez
desde el placer. Un ser, un grupo de personas
representadas en la figura del Chef, como
cocinero, que disponían toda su persona y
voluntad a hacernos disfrutar, a poner a bailar
nuestro paladar, a llevarnos a recordar,
imaginar, soñar, disfrutar con lo que vemos,
olemos y saboreamos con la llegada de cada
bocado.
Aquello me había arrebatado y mi perspectiva
de vida, aquella sensación de que mi
profesión era la única que alcanzaba mi
sensibilidad y le daba un lugar se había
movilizado. Era una sensación extraña, dos
amores, ni mejor ni peor, pero ahora eran dos,
mi viejo y añejado amor, la psicología, y el
nuevo, vibrante pasión y enamoramiento, la
cocina, el cocinero.
El buen cocinero, sus platos, sus cursos por
vez primera alcanzaban mi sensibilidad más
allá del padecer. Por primera vez la descubrí
alcanzada en lo vasto y ancho de su
intensidad, por otro que buscaba servirme a
mí, restaurarme con su quehacer. No podía
más que sentirme agradecida, impresionada,
halagada y desear lo mejor para "él",
ponerme a sus servicios para garantizar su
calidad de vida y poder aprender de su
quehacer.
Para ello me sumergí a descubrir los encantos
de la cocina y el cocinero, haciendo cursos y
pasantías en pastelería. Así fue como años
atrás, casi accidentalmente, encontré que en
la cocina profesional se hacía uso y
ejercitaban destrezas y habilidades necesarias
en otros oficios. Ese descubrimiento me
permitió responder a aquella inquietud que
durante años mis padres, padres de alumnos
y pacientes habían manifestado: cómo
garantizamos que nuestros hijos estén
preparados para la vida y sean capaces de
proveerse calidad de vida, satisfaciendo tanto
sus necesidades económicas como las
afectivas. En la cocina encontré un espacio
donde hacerlo posible, vislumbré entonces lo
que hoy son los talleres de psi-cocina.
Encontré lo que nunca iba a querer soltar,
algo más valioso que un pozo de petróleo,
algo para compartir y una necesidad de
integrar lo que mis dos amores, la psicología y
la cocina, podían aportar.
Y aún más, vislumbraba una forma en la que
podía hacer llegar los conocimientos, avances y beneficios que ofrecía la psicología en un ambiente no estigmatizante de disfrute y aprendizaje práctico, vi una forma de tender
un puente entre la psicología y la gente, de
acercarme a donde naturalmente se
desenvuelven: colegio, empresa…
Era momento de hacer más que de hablar.
Mucha agua ha corrido bajo el puente,
lágrimas, sacrificios, sonrisas, esfuerzo, un
sueño. Hoy, confieso, he llorado, me han dado dolores de espalda, ha sido durísimo ese arranque sola, ese abrir camino, hacerme de un Know How, para ahora poderlo compartir.
Una primera escuela de cocina me dio
oportunidad de hacer mis talleres, (Instituto
Mandalay, dirigida por René Torres). Luego la necesidad de asumir con responsabilidad y excelencia aquello tan importante, comencé a estudiar formalmente como cocinera, en el Instituto Culinario de Caracas. En el camino conté con el reconocimiento y confianza del
Dr. Martín Nieves quien me invitó a formar
parte de la @unidadobesidad del Instituto
Médico la Floresta, hasta llegar a mi hoy, con talleres en mano, pasantías con el equipo de Mokambo Caffé dirigido por la Chef Ana Belén Myerston.
Mi sonrisa señores son ustedes, a quienes les puedo dar y de quien he recibido tanto apoyo y confianza para seguir creciendo y consolidar lo que psi-cocina les puede ofrecer. Mis lectores, mi familia, pareja, amigos y maestros, compañeros de equipo como @gourmeturbano, mi sonrisa la crean ustedes que me llenan de fuerza y me invitan a seguir esforzándome. Mi sonrisa es para ustedes que abren puertas y quieren crecer, que son justos, honestos y conocen que solo sumando fuerzas disfrutamos más del ser humano, del necesitarnos, querernos, del trabajar.
BlackBerry de movistar, allí donde estés está tu oficin@
viernes, 9 de noviembre de 2012
Arrancar sonrisas...
Os dejo con un testimonio muy bueno sobre una actual cocinera! Espero que os guste!
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